viernes, 30 de enero de 2009

El isleño Valencia. Memorias y Reflexiones.

En la noche de ayer, 29 de enero de 2009, tuve el honor de presentar el libro “El isleño Valencia. Memorias y Reflexiones” de Roberto Domínguez. Aprovecho desde aquí para dar las gracias a Roberto Domínguez y Domingo Valencia el permitirme participar en esta presentación. Dicho agradecimiento se deriva de la importancia que para mí, personalmente, tiene esta labor de dar a conocer parte de la historia contemporánea de Canarias.


Deseo comenzar reivindicando el trabajo, importante, consciente y callado de las personas que trabajan por la recuperación de la Memoria Histórica. Creo, como miembro de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica y del Municipio de San Lorenzo, que sin las asociaciones de memoria y sin el trabajo paralelo de historiadores, investigadores e interesados en general hoy desconoceríamos nuestro pasado más reciente. Historia y memoria pueden y deben darse la mano.

Respecto a la memoria histórica, tal como señala el preámbulo de la ley, no puede ni deber haber una memoria del pasado impuesta institucionalmente, puesto que las miradas y las memorias del pasado son plurales. La ley, como saben, ofrece un conjunto de medidas y acciones a favor de las víctimas y de las familias que favorece el reconocimiento de sus derechos. No obstante sigue sin ser suficiente.

Pongamos un ejemplo de lo que aquí decimos. Como licenciada en Historia, al asistir un día a mis habituales clases empezaron a hablarnos sobre el movimiento postmodernista, y me enteré, simplificándolo mucho, que uno de sus "postulados" por así decirlo, es que pensaban que la historia tenía el poder, era la llave, para demostrar la evidencia de una verdad creada por intereses determinados.

Esta idea pensé en aplicarla al municipio de San Lorenzo, que en 1939 fue anexionado de forma ilegal, a punta de pistola, al de Las Palmas. La población, bajo el terror de la represión, acató pertenecer municipio capitalino. Por tanto, y recuperando la idea de los postmodernistas, se creó una verdad conveniente. Pero no olvidaron.

El Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria nos otorgó el pasado año la medalla de oro dándonos así un reconocimiento histórico largamente esperado, debido al enorme poder de difusión que ha generado nuestra historia. Gesto que agradecemos. Pero para los que sienten y luchan por un municipio de San Lorenzo con una cultura, patrimonio, identidad e historia propia, un trozo de metal no es suficiente. Seguimos en la lucha de recuperar por completo nuestro municipio, el que nunca debió ser tomado aprovechando el golpe de estado y posterior guerra civil.

A pesar de la evidente justicia de las medidas que promueve la ley de la memoria histórica, hay quienes se oponen a ellas:

* Hay quienes interpretan la transición democrática como pacto de olvido. No es cierto. Lo que se pactó fue la amnistía, es decir la inexistencia de persecución por actuaciones anteriores. Se pretende confundir perdón con olvido.

* Otros señalan, al referirse a las víctimas que todavía se encuentran en paradero desconocido o en fosas comunes, que tales acciones producen enfrentamientos y dividen. Ante esto sólo cabe preguntarse: ¿como es posible que enterrar dignamente a los muertos pueda significar división y enfrentamientos?, Tales argumentos dejan en evidencia la profunda hipocresía de quienes se refugian en sus creencias religiosas, y están permanentemente instalados en conmemorar y reivindicar un pasado centrado en los grandes personajes de una época.

El libro que hoy Roberto Domínguez presenta aquí, “El isleño Valencia. Memorias y Reflexiones”, cuenta, simplemente, la historia de Domingo. No es un libro que busque venganzas ni ajustes de cuentas. Simplemente Roberto, al igual que ha dado a conocer en anteriores publicaciones la historia humana de tantos emigrantes, pone de manifiesto en sus páginas las vivencias de Valencia. La historia humana de todo un símbolo para el municipio de San Lorenzo y de la lucha contra la represión franquista. Esta publicación expone, finalmente, las luces y sombras que le tocó vivir, y que eligió vivir en consecuencia con sus ideales. Y cumple, con creces, con el necesario carácter público y social del conocimiento del pasado.

Finalmente, quiero expresar mi convicción sobre la necesidad de este tipo de actos. Como diría Mario Moreno Cantinflas: “los cuentos de los viejitos, son cuentos chiquitos” y las personas que desaparecen y no dejan testimonio de su historia, son libros que se cierran. Por tanto creo firmemente que estos actos dan la oportunidad, a cualquier sociedad democrática, a someterse a un constante análisis para no volver a cometer errores del pasado, poniendo sobre la mesa la pluralidad de miradas que, pueden y deben verterse, en la historia de nuestro archipiélago y por ende en la memoria histórica.



Jennifer Guerra Hernández
Licenciada en Historia, ULPGC.

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lunes, 5 de enero de 2009

Bucio de Maja, ¿tumba abierta solo a las estrellas?


Un bucio es una especie característica de caracol marino, que por su parecido así se denomina en Maja a un lugar del Parque tinerfeño de las Cañadas del Teide, a 2.500 metros de altura, en el término municipal de La Orotava, a caballo entre Izaña y El Portillo. En el Bucio de Maja cada vez está más convencida la memoria colectiva que pueden estar enterradas algunas de las personalidades políticas de la II República asesinadas por el fanatismo franquista durante la horrible represión sufrida en Tenerife en la guerra incivil de 1936 a 1939.

Una tumba que la tradición oral apunta con insistencia que en ella pueden encontrarse los restos del alcalde de Santa Cruz de Tenerife José Carlos Schwartz, del diputado a Cortes, poeta y abogado Luis Rodríguez Figueroa, del alcalde de Buenavista del Norte Antonio Camejo, y del teniente de alcalde del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife José María Martín, entre otros. Una tumba silenciada desde hace setenta años, pero muy presente en la memoria de quienes, directa o indirectamente, gracias a la imparable transmisión verbal, sienten tristeza y vergüenza de las desapariciones violentas que tuvieron lugar en nuestras islas durante la dictadura franquista. Y si bien el litoral del inmenso océano en la capital tinerfeña fue testigo de la brutalidad que supuso arrojar vivos al mar dentro de sacos a presos de los barcos cárceles anclados en la bahía del puerto de Santa Cruz de Tenerife, y de esa atrocidad hoy en día la voracidad marina no ha dejado resto alguno, sin embargo los sepultados bajo tierra sí se pueden averiguar, nadie los puede ignorar, y ya se conocen con nombres y apellidos los restos de personas que fueron asesinadas a tiros o a golpes de culata tras obligarles salvajemente a cavar lo que luego sería su propia tumba. Los restos demostrados en La Palma y Gran Canaria no dan lugar a dudas.

En el caso del Bucio de Maja la única posibilidad de confirmar o desmentir los enterramientos exige la excavación reglada y a cargo de profesionales capaces con las modernas técnicas de darle nombre y apellidos a los posibles restos, incluso pudiendo llegar a conocerse la fecha aproximada y el vil procedimiento de ejecución. Pero para ello se requiere la correspondiente autorización judicial y el apoyo de instituciones públicas y privadas. Los familiares de los posibles desaparecidos así lo requieren y nadie debe impedirlo. Es un derecho hoy afortunadamente amparado en la Ley, y mientras se destinan cuantiosos recursos públicos a la observación de las más lejanas estrellas del universo en el Observatorio Astrofísico del Teide, lo que me parece muy bien, no se excava al lado unos metros de una oquedad volcánica, el Bucio de Maja, cubierta de escombros y rastrojos, que fuera refugio de cabreros y campo de prácticas y tiros, donde un episodio lamentable de nuestro pasado reciente sigue sin ser desvelado para confirmar u olvidar para siempre lo que la tradición oral insiste que es una tumba de personas cuyas familias lo único que persiguen es recuperar sus indefensos huesos para darles la digna sepultara que se merecen, y así descansen y permitan descansar a los demás para siempre.

Mientras la excavación no se realice, la herida seguirá abierta y cada vez más profunda, los años, impotentes, siguen pasando, y seguimos contemplando las estrellas en el Teide, o mirando para otro lado, sin que ningún representante político, ni siquiera los alcaldes sucesores de los citados, sean, que se sepa, y si lo son, que se diga, motores de una necesaria investigación. Ojalá que a pesar de ello, algún día, muy pronto, el Bucio de Maja deje de ser una tumba abierta solo a la mirada de las estrellas.

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Nota: He reproducido aquí este artículo de José Vicente González Bethencourt publicado en El Día el 30/11/2008 por que la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Tenerife requiere aportar datos sobre el BUCIO DE MAJA como presunta fosa donde arrojaron, como ya sabes, a diferentes personas asesinadas por el franquismo. En una semana tienen que entregar un informe sobre el mismo al Parque del Teide para que comience el proceso de investigación sobre el mismo y sería conveniente presentarles un buen documento donde se encuentren el mayor número de testimonios y datos posibles.

El encargado de esta actividad es el Secretario de la ARMHIT y del que facilito el email para cualquier información: agapito.decruzfranco@gobiernodecanarias.org

jueves, 1 de enero de 2009

Nota informativa en respuesta a uno de los comentarios

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